Con una obra filosófica cargada de sátira e ironía, el más pesimista de los grandes escritores de ciencia ficción tampoco era el más amable de todos. Stanislaw Lem usó la literatura como un laboratorio para explorar las preguntas más incómodas de nuestra existencia. Su polémica desenvoltura en el ambiente literario del momento lo convirtió en una figura controvertida, pero también en una inspiración para explorar las sombras de un género que, en sus manos, se transformó en algo mucho más profundo y perturbador.

A continuación, abordaremos las posturas, las críticas y hasta los escándalos que lo llevaron a ser conocido por su temperamento.

1. Escribir detrás de la cortina de hierro

Nacido en 1921 en la Polonia que durante su vida estaría ocupada por los nazis. La vida de Lem estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial, que lo obligó a abandonar sus estudios de medicina y a ser parte de la resistencia clandestina. Y la posterior era comunista donde los retomó y se especializó en psicología, pero se topó con la censura soviética para con su escritura. Esta experiencia moldeó su visión del mundo, infundiendo en él un profundo escepticismo sobre la naturaleza humana y el futuro.

Su formación médica y su interés en la cibernética le proporcionaron una base científica sólida, que contrastaba con las fantasías escapistas de muchos de sus contemporáneos. Comenzó a publicar sus obras en 1942 con El hombre de Marte.

Lem no escribía sobre monstruos espaciales o héroes galácticos; exploraba las limitaciones del conocimiento humano, las limitaciones de la comunicación, la complejidad del universo y los dilemas éticos de la tecnología en los que ahondó más con la llegada del Internet en la década de los 90.

2. El paradigma Lem y sus críticas a la ciencia ficción

Para Stanislaw Lem, la ciencia ficción "mainstream", por lo general estadounidense, era un género plagado de clichés y simplificaciones morales. Detestaba los escenarios utópicos y las soluciones fáciles a problemas complejos. Su crítica se centraba en la falta de realismo científico y filosófico, así como en la incapacidad del género para abordar las verdaderas preguntas sobre la condición humana. Lem creía que la ciencia ficción debía ser una herramienta para la reflexión filosófica, un medio para explorar las fronteras de la comprensión humana.

El escritor era crítico con estos aspectos porque prefería la sátira, el humor y una visión pesimista de los ambientes futuros. En su obra maestra, Solaris, Lem nos sumerge en un mundo donde la comunicación con una inteligencia extraterrestre resulta imposible. La novela no trata sobre conquistar el espacio, sino de confrontar la incomprensión del universo y los seres que lo habitan.

Los relatos de Ciberíada, por otro lado, utilizan la ironía para cuestionar la omnipotencia de la tecnología, mostrando cómo la búsqueda de la felicidad por medios técnicos puede llevar a resultados absurdos. Congreso de Futurología explora la fragilidad de la percepción humana y los peligros del control social a través de la manipulación química, cuestionando la distinción entre realidad y alucinación en un mundo superpoblado. Y en Retorno de las estrellas, Lem retrata la alienación del individuo frente a una sociedad que ha sacrificado la libertad y la aventura en pos de una utopía estática.

Las preocupaciones de Lem iban más allá de la ciencia ficción. Le inquietaba el progreso tecnológico descontrolado, la fragilidad de la condición humana ante la inmensidad del universo y la posibilidad de la extinción. Veía la evolución humana como un camino incierto, lleno de callejones sin salida y peligros imprevistos. Creía que la humanidad estaba condenada a enfrentarse a sus propias limitaciones, a la imposibilidad de comprender completamente el universo.

3. Fuertes declaraciones

La visión crítica de Stanislaw Lem, así como su carácter difícil, lo llevó a enfrentarse a otros autores de ciencia ficción, especialmente con los estadounidenses, a quienes calificó de faltos de creatividad y acusó de ignorar el trato peyorativo con el que las editoriales se relacionaban con el género con tal de ser aceptados en la “alta literatura”. Pero sin duda, el conflicto más escandaloso fue con Philip K. Dick.

Lem había clasificado a Dick como un “visionario entre charlatanes” en un artículo de 1975 en el que destacaba su trabajo sobre el de sus compatriotas aunque lo condenaba por seguir siendo demasiado comercial. Mientras que Dick, en un giro extraño, llegó a sospechar que Lem era un agente del régimen comunista enviado para infiltrarse en la literatura de ciencia ficci��n occidental.

El escritor estadounidense escribió una carta al FBI en la que acusaba a Lem y su artículo de intentar atraerlo al comunismo. Además de impulsar, junto a otros escritores, la expulsión del polaco de la SFWA (Science Fiction Writers of America), que la asociación calificó como un simple “retiro de la membresía honorífica” apelando al tecnicismo de “no ser norteamericano”. A su vez, provocó que la escritora Ursula K. Le Guin rechazara en 1976 el premio Nebula al mejor relato, otorgado por dicha institución, y el cual terminó en manos del segundo lugar que no era ni más ni menos que el enorme bastión de la literatura estadounidense de ciencia ficción, Isaac Asimov.

4. Verdades incómodas

Stanislaw Lem no escribía para entretener con cohetes y maravillas galácticas, sino para confrontarnos con el abismo de nuestra propia ignorancia. Su legado es el de un escéptico que usó el futuro como lente para amplificar los dilemas eternos de la humanidad como la arrogancia del progreso, la soledad de la existencia y el vértigo de un universo que se resiste a ser descifrado. No creía en héroes ni en finales felices, sino en la fragilidad de una especie que, en su afán por dominar la tecnología y el cosmos, tropieza una y otra vez con sus propias limitaciones.

Incluso sus controversias revelan que Lem no temía ser un paria en el mundo que criticaba. En su pesimismo había un acto de resistencia: la certeza de que sólo al mirar de frente nuestras falencias podemos aspirar a algo más que sobrevivir.

Stanislaw Lem no nos dejó soluciones ni consuelos, sino advertencias de lo que podría ser de nosotros si olvidamos nuestra propia esencia. Y tal vez, en un mundo cada vez más parecido a sus distopías, esa sea la mayor de todas, que la ciencia ficción, en sus manos, no era un escape hacia adelante, sino un desafío a permanecer humanos.